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Crítica de cine: Sorprendente ‘Tron: Legacy’


La secuela de ‘Tron’, con su espectacular diseño, deja estupefacto.













Antes de empezar este comentario hay que dejar algo bien claro: si alguna vez ha existido una película que merecía ser vista en tres dimensiones y en formato Imax, esta es, sin lugar a dudas, Tron: Legacy.

Mucho más que Avatar.

Porque el asalto a los sentidos que representa la experiencia de ver esta continuación de Tron en tales formatos deja, en pocas palabras, con la boca abierta.

Visualmente, Tron: Legacy es un festín, una orgía de imágenes, escenarios, movimientos de cámara y diseños que confirman que su director, el debutante Joseph Kosinski, es alguien a tener en cuenta en el futuro del cine en general y del cine fantástico en particular.

Y auditivamente, la cinta es una sensacional amalgama de sonidos, desde los efectos que surgen de las cuatro esquinas del cine (y también de su techo), hasta su extraordinaria banda sonora, escrita por el dúo de música electrónica francés Daft Punk (ayudados, y mucho, por el compositor Bruce Broughton, quien en los 80 fue el autor de las partituras para filmes como Silverado y The Young Sherlock Holmes).

Tron, la película original, se estrenó en 1982, el mismo año en que llegaron a las salas clásicos del género como Blade Runner y E.T. The Extra-Terrestrial.

Al igual que la primera, Tron no logró el éxito comercial que sus responsables deseaban. Pero el paso del tiempo la convirtió en un filme de culto, más que nada por ser el primer largometraje creado por computadora.

Como película dramática, Tron es absolutamente olvidable y mediocre.

Tron: Legacy no representa una revolución tecnológica al mismo nivel. Pero sí es, por un lado, una evolución visual de títulos más recientes como la trilogía The Matrix, y por otro, una considerable mejora con respecto al título original.

Su argumento presenta a Kevin Flynn (Jeff Bridges) atrapado desde hace años en The Grid, que es el sistema computarizado que creó décadas atrás y que ahora está regido por CLU (una versión digital y juvenil de Bridges, creada por computadora), quien domina la plataforma sometiendo a sus programas (o ciudadanos) a situaciones de juego extremas.

El hijo de Flynn, que vive en el mundo real, es transportado a The Grid, donde se reencuentra con su padre, al que creía muerto, y anima a que vuelva con él a la realidad.

Pero para ello, los dos, acompañados del programa Quorra (Olivia Wilde), deberán sortear mil y un peligros y aventuras para alcanzar el portal que los llevará de regreso a 2010.

Los primeros 45 minutos de Tron: Legacy resultan fascinantes. Kosinski presenta a los nuevos personajes, reintroduce a los clásicos (Bridges y Bruce Boxleitner, estrellas de Tron) y traslada la acción a The Grid con una eficacia digna de un veterano del cine.

El guión de la cinta —que fue producida por Steven Lisberger, el realizador de la película original— no tarda en complicarse algo más de lo debido y el conjunto empieza a perder la garra inicial hasta alcanzar un clímax que, por suerte, concluye el relato de la forma más espectacular y acertada posible.

Pero Tron: Legacy en ningún momento pretende ser un título que destaque por su libreto. Es la experiencia lo que cuenta. Y ésta resulta inolvidable.

Los enfrentamientos, persecuciones y peleas en The Grid, las charlas emotivas entre Flynn y su hijo, y, especialmente, la partitura musical, todo ello adornado con un estilo visual que se nutre de una arquitectura y diseño de producción absolutamente extraordinarios, hacen de Tron: Legacy, clasificada PG, una cita indispensable para el aficionado al cine fantástico.

Fuente: impre.com

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